viernes, 8 de septiembre de 2017

La verdad sobre la Comunión en la mano (VI)

¿Ministro Extraordinario o Ministro Eucarístico?

Los términos “ministro laico” y “ministro eucarístico” han sido usados bastante imprecisamente hasta este momento, y esa es la terminología que se encuentra a menudo en los boletines parroquiales. En la actualidad, ya no existe el término “ministro eucarístico”, el término apropiado es “ministro extraordinario”. Cuando se trata de los Sacramentos, “ministro extraordinario” es la terminología clásica. Por ejemplo, el “ministro ordinario” de la Confirmación en el Rito Romano es el obispo, y el “ministro extraordinario” es el sacerdote delegado específicamente por el obispo en circunstancias extraordinarias. Así, si las palabras significan algo, como señaló Michael Davis, un ministro extraordinario debería ser algo extraordinario de ver. No solo raramente deberíamos ver uno, sino que deberían ser muchos los católicos que pasaran su vida sin haber visto un ministro extraordinario. Pero hoy, no hay nada extraordinario acerca de los ministros extraordinarios. Son tan ordinarios y parte integrante de la moderna Iglesia como los misales y la cesta de la colecta. Ese es claramente un calculado abuso de la terminología clásica, usada para introducir una novedad en la Nueva Misa, que no tiene fundamentación en la Historia de la Iglesia o en la práctica católica. El 29 de enero de 1973, la Sagrada Congregación para el Culto Divino publicó una Instrucción llamada Immensae Caritatis, que autorizó la introducción de los Ministros Extraordinarios de la Eucaristía. Ese documento no otorga ningún indulto revolucionario a las parroquias para permitir a los laicos administrar la Comunión, sino que autoriza el uso de ministros extraordinarios en “casos de genuina necesidad”, los que están listados como sigue:
1. Cuando no hay sacerdote, diácono o acólito.
2. Cuando estos están impedidos de administrar la Santa Comunión a causa de otro ministerio pastoral, por enfermedad o edad avanzada.
3. Cuando el número de los fieles que pidan la Santa Comunión sea tal que la celebración de la Misa o la distribución de la Eucaristía fuera de la Misa pudiera ser excesivamente prolongada."
La Instrucción estipula que: “Como estas facultades se otorgan para el bien espiritual de los fieles y para casos de genuina necesidad, los sacerdotes deben recordar que ellos no están por eso excusados de la tarea de distribuir la Eucaristía a los fieles que la pidan legítimamente, de llevarla y de darla a los enfermos”. Primero, este no es un acto de deslealtad o desobediencia a la cuestión de la sabiduría del documento en primer lugar, particularmente cuando este permiso es una revolución contra todas la rúbricas que existieron por siglos – rúbricas que existieron por razones de reverencia, en salvaguarda de la profanación y que fueron materia de sentido común católico. Pero incluso, tomando este documento a pies juntillas, es difícil imaginar circunstancias que pudieran justificar el uso de Ministros Extraordinarios fuera de tierras de misión. Los “Ministros Eucarísticos” de hoy operan verdaderamente en desafío de normas vaticanas ya existentes.

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